viernes, 25 de abril de 2014

Retrospectiva poética de la infancia




No sé por qué razón, pero uno termina olvidando que la vida sólo tiene sentido cuando pisas todos los charcos que encuentras. Con el paso de los años, nos acostumbramos a evitarlos, saltarlos o maldecirlos. Recuerdo las meriendas en tu casa. Recuerdo enamorarme sin sentido o límite alguno. Recuerdo el regaliz verde de tus ojos. Recuerdo a Luis contar uno, dos y tres pollito inglés. Recuerdo a Iván y Majo petrificados para vencer. Recuerdo las batallas sin heridos, las médicos sin pacientes y las mamás sin niños. Recuerdo la coco y el hombre del saco, el miedo que se escondía debajo de la cama, tras la puerta o en el armario. Recuerdo el beso más puro. La vida y su sentido dura lo que dura el verano eterno. Lo que dura un helado de fresa en la playa o que Lorena cuente cien despacio y poder escondernos. Hoy sigo corriendo para esconderme. Hoy tengo miedo. Hoy quiero dejar de recordar para reír, besarnos en los morros, sentir vergüenza, jugar.


Akenatón Gimeno.

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